martes, 12 de enero de 2016

Mileva Maric Primera Esposa de Albert Einstein, Genio o Compañera

                       

 

                                       Mileva Maric

¡ANTE TODO MADRE!

 
 
 
 
Esposa y madre… Las pocas mujeres que podían escapar a esta especie de determinismo histórico en los albores del siglo XX y lograban acceder a una formación académica o científica estaban condenadas a desarrollar su carrera  a la sombra de sus maridos.



Tan asumido tenía su rol Mileva Maric, la única mujer de su promoción en el instituto Politécnico Federal de Zúrich, que en una carta que dirige a su amiga Helene Kaufer comenta satisfecha: “Hace poco hemos terminado un trabajo muy importante que hará mundialmente famoso a mi marido”.
 
Mileva Maric y Albert Einstein se conocieron en 1896 en el Instituto Politécnico Federal de Zurich estudiando la carrera de física. Ella era la única mujer inscrita en matemáticas y fue la primera mujer que se licenció en física. Si bien los biógrafos del genio coinciden en que “los dos eran bastante feos”, Mileva reúne más defectos al decir de ellos: no sólo cojeaba a causa de una coxalgia congénita (artritis muy dolorosa), sino además era taciturna y ¡cuatro años mayor que él! La madre de Einstein, una alemana misógina y xenófoba, no vio nunca con buenos ojos a la serbia: “Ella es un libro, igual que tú..., pero tú deberías tener una mujer. Cuando tengas 30 años, ella será una vieja bruja”. Como sea, la pareja se flechó porque hablaban el mismo lenguaje: ella le dio clases de matemáticas, que nunca fueron el fuerte de Eisntein, preparaban juntos sus exámenes y compartían el interés por la ciencia y la música. El le escribe en 1900: “Estoy solo con todo el mundo, salvo contigo. Qué feliz soy por haberte encontrado a ti, a alguien igual a mí en todos los aspectos, tan fuerte y autónoma como yo”.
 
En 1931, Charlie Chaplin invitó a Albert Einstein al estreno de la película Luces de la ciudad, con todo el glamour del Hollywood dorado. El genio, vestido de frac, acudió con su mujer, Elsa, y se quedó estupefacto cuando el público les dedicó una atronadora ovación al final de la película. Un poco desconcertado, Einstein susurró a Chaplin sobre qué significaban esos aplausos. "Nada", respondió Charlot. "La gente me idolatra porque todo el mundo me comprende, y a ti te adoran porque casi nadie te entiende".
 
La obra de Jurgen Neffe muestra un retrato si cabe más oscuro del físico alemán: un hombre brillante, pero sentimentalmente inestable, que escribía intensas cartas de amor a las que serían sus esposas, para tratarlas luego con dureza y desdén; que buscaba fogosamente la compañía femenina fuera del matrimonio; alguien que se afeitaba mal, de escasa higiene y pies sudorosos; que usaba la misma ropa cada día, roncaba alto y evitaba los barberos, obligando a su miope esposa Elsa a cortarle el pelo. A pesar de su reconocimiento internacional como pacifista, Einstein no veía con malos ojos la pena de muerte para individuos "sin valor o peligrosos", aunque se oponía formalmente a ella por su desconfianza crónica en los seres humanos que la aplicaban ""lo que valoro en la vida es la calidad más que la cantidad"".


Defendía el aborto como derecho de la mujer y se oponía a la persecución de los homosexuales, excepto en los casos en que "sea necesario proteger a la gente joven". Está el hecho, poco conocido, de que escribió incontables declaraciones juradas para ayudar a los inmigrantes judíos que escapaban del horror nazi a entrar en América, salvando probablemente cientos de vidas.
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


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