EL HOLOCAUSTO OLVIDADO
BARBARIE FRANCESA
EL GENOCIDIO DE LOS CATÓLICOS DURANTE LA REVOLUCIÓN FRANCESA:
"LA VENDÉE".
OBJETIVO " ROBARLES AL PUEBLO SU FE"
Vendée 1793-1794.
¿Crímenes de guerra? ¿Crímenes contra la humanidad? ¿Genocidio? Un estudio jurídico. Sigue trabajando para demostrar que estos tres tipos de delitos fueron cometidos en la Vendée por las tropas de la Convención DE LA REPUBLICA.
¿Por qué califica la de la Vendée como una “guerra religiosa”?
Los futuros vendeanos, en 1789, habían acogido bastante bien a la Revolución. Pero tanto su cultura religiosa como su vida social estaban estructuradas por el catolicismo. Viviendo en pequeñas parroquias aisladas en su boscaje, en torno a sus “buenos sacerdotes”, tan cercanos a ellos pues procedían de sus filas, ven su mundo desmoronarse cuando se da caza a los que no aceptan la Constitución Civil del Clero para permanecer fieles a Roma. Cuando, además, se les pide que vayan a luchar en las fronteras para defender este nuevo orden que les golpea (marzo de 1793), tiene lugar la explosión.
Enfrente, la “República” toma el valor de una verdadera “religión política” o “religión laica”: Michelet no inventó nada cuando habló de la Revolución como una nueva Iglesia y un nuevo Evangelio. Mona Ozouf evoca la búsqueda por parte de los revolucionarios de una “transferencia de sacralidad” en la fundación del nuevo régimen; una nueva legitimidad al modo como el rey se basó en la coronación de Reims. Pero ello requiere una “transferencia de fe”.
El núcleo más profundo de esta guerra es religioso, pero religioso en ambos lados. Lo que realmente puso fin a la guerra de la Vendée fue el Concordato de 1801. Porque la guerra continuó a baja intensidad después de Thermidor y de los primeros intentos de pacificación de 1795 (tratados de La Jaunaye, La Mabilais y Saint-Florent): estos acuerdos no serán respetados por ambas partes, a causa fundamentalmente de que las autoridades parisinas no se atrevían a restaurar la libertad de culto, que es el verdadero motivo del levantamiento en la Vendée.
En 1797, aún, se experimentará un resurgimiento de la política de descristianización (bajo el Directorio la mayoría de los edificios religiosos serán destruidos, caso, por ejemplo, de la famosa abadía de Cluny). Lo leemos explícitamente en el informe, presentado al Consejo de Estado por Simeón, para la ratificación del texto negociado entre Bonaparte y Pío VII: es la persecución religiosa la que está en el origen de la revuelta y si se hubiera restituido la libertad del culto público a los vendeanos antes, se habría tenido paz antes o, incluso, ninguna guerra. Después de todo, ni siquiera la ejecución del rey en enero de 1793 había provocado un levantamiento. Y después del Concordato no volverá a haber más levantamientos en la Vendée.
La duquesa de Berry en 1832 no logrará levantar la región contra Louis-Philippe. Como en 1815, sólo unos pocos nobles, para los que la causa monárquica contaba tanto o más que la católica, se levantarán, pero los campesinos no los seguirán: habían obtenido el regreso de sus “buenos sacerdotes” y eso les bastó. Queda una pregunta: ¿por qué hubo una sola Vendée? De hecho, hubo muchos levantamientos contra la dictadura revolucionaria parisina, sumando hasta 60 departamentos en insurrección de los 83 que tenía entonces Francia. Ello se debe, bien a que el catolicismo de la Vendée estaba particularmente internalizado y “militante”, o que fue especialmente estructurador para la población que vivió en lo que devendría en “la Vendée militar”, o que fueron sus éxitos iniciales los que permitieron su generalización y la durabilidad del levantamiento… Todas esas causas pueden ser acumulativas. En cualquier caso, es un hecho que sólo el levantamiento de la Vendée pudo ser calificado, y esto desde el principio, como “guerra” por los propios revolucionarios parisinos.
La revolución era un «bloque», para usar la famosa frase de Clemenceau, que no podía admitir la existencia de derivas y crímenes. Los Vendeanos eran criminales, traidores, escombros del pasado; mientras, el Terror fue absuelto en nombre de las «circunstancias». Hoy estamos alejados de aquello. La escasamente entusiasta celebración del Bicentenario en 1989 mostró claramente la existencia de varias fases en la Revolución y que difícilmente podríamos celebrar el período 1789-1792 (es más, no todo 1792), es decir, en la práctica, el período «liberal», el de la afirmación de los derechos humanos. Estos derechos fueron la gran víctima del período siguiente, desde las masacres de septiembre (1792) hasta el 9 de Thermidor (1794).
El genocidio de Vendée cae dentro de este intervalo. Hoy, en que la República no admite contestación en Francia, podemos hacer distinciones y ejercer nuestro derecho de inventario sobre el período revolucionario que incluye “bueno”, “menos bueno” y “totalmente criminal”. Esto es lo que no admite la izquierda radical atrincherada en la Universidad, un espacio elitista de lo que Marcel Gauchet calificó como «izquierdismo cultural», transformado en un búnker de lo más confortable, más cuando no tiene arraigo en la realidad (aparte de la formación de profesores de historia y geografía, una realidad siniestra de una Educación Nacional que no está en buena forma).
Los historiadores universitarios, que se especializaron en el período revolucionario y que son en su mayoría militantes de la izquierda radical, pueden decir cualquier cosa sin que ello tenga la más mínima importancia práctica. Hoy no se pueden leer, sin dejar de sonreír, algunas de sus obras del período comunista puro y duro (digamos, de 1920 a 1989) y sus falacias actuales no son menos ridículas. Me esfuerzo en continuar la línea de R. Secher, mediante su desarrollo jurídico, y demostrar que se podría reconocer este genocidio sin caer en el “arrepentimiento”, el “desatornillado de estatuas”, sin odio ni desprecio por nuestra historia nacional.
Los enfrentamientos entre el ejército revolucionario y el pueblo católico
Otro general, Marceau, escribe: "Por agotadas que estuvieran nuestras tropas hicieron todavía ocho leguas, masacrando sin cesar y haciendo un botín inmenso. Nos hicimos con siete cañones, nueve cajas y una inmensidad de mujeres (tres mil fueron ahogadas en Pont-au-Baux)". A los ahogamientos masivos en los ríos los llamaban “deportaciones verticales”.
"Fusilamos a todo el que cae en nuestras manos, prisioneros, heridos, enfermos en los hospitales", confiesa el general Rouyer.
Un oficial de policía, Gannet, denuncia lo que vio cometer al general Amey, que mandaba la división con sede en Mortagne: "Amey hace encender los hornos y cuando están bien calientes mete en ellos a las mujeres y los niños. Le hemos hecho amonestaciones; nos han respondido que era así como la República quería cocer su pan. Primeramente se ha condenado a este género de muerte a las mujeres bandidas, y no hemos dicho demasiado; pero hoy los gritos de esas miserables han divertido tanto a los soldados y a Turreau que han querido continuar esos placeres. Faltando las hembras de los realistas, se han dirigido a las esposas de verdaderos patriotas. Ya veintitrés, que sepamos, han sufrido este horrible suplicio y no eran culpables más que de adorar a la nación. Hemos querido interponer nuestra autoridad, los soldados nos han amenazado con la misma suerte". Como se puede ver, los nazis no inventaron nada simplemente desarrollaron y ampliaron los hornos crematorios que ya utilizaron los bestias de las “columnas infernales. Lo que demuestra también este documento es que Gannet denuncia la situación cuando también son asesinadas las mujeres republicanas, mientras asesinaban a mujeres y niños católicos, se calla.
El capitán Dupuy, del batallón de la Libertad, escribe así a su hermana: "Por todas partes donde pasamos, llevamos la llama y la muerte. La edad, el sexo, nada es respetado. Un voluntario mató, con sus propias manos, a tres mujeres. Es atroz, pero la salvación de la República lo exige imperiosamente. No hemos visto un solo individuo sin fusilarle. Por todas partes la tierra está cubierta de cadáveres".
El cirujano Thomas describe escenas horrorosas: "He visto quemar vivos a hombres y mujeres. He visto ciento cincuenta soldados maltratar y violar mujeres, chicas de catorce y quince años, masacrarlas después y lanzarse de bayoneta en bayoneta tiernos niños que habían quedado al lado de su madre sobre las baldosas".
117.257 personas muertas en tan sólo unos meses fue el resultado de esta masacre, según las cifras de las indemnizaciones acordadas por Napoleón I en la región a partir de 1808.
Curiosamente, en doscientos años ningún historiador había investigado en profundidad esta matanza. El primero que lo hace es Reynald Secher que publica en 1986 La Vendée-Vengé. Le génocide franco-français (La Vandée-Vengada. El genocidio franco-francés). A raíz de la publicación del libro, Secher fue atacado de tal manera que a pesar de sus títulos académicos (doctorado en ciencias históricas y políticas en la Sorbona, doctorado de Estado en letras y ciencias humanas y otros) y de trabajar como profesor en distintos liceos y como profesor de derecho constitucional en la Facultad de Derecho de Rennes, debido a las conclusiones de su tesis sobre el genocidio de los Vendeanos, se ve obligado a renunciar a la Educación Nacional y, posteriormente, no podrá acceder como profesor en la Universidad. El mismo Secher explica lo sucedido: “Emprendo un trabajo de jurista. Pongo en evidencia las leyes y demuestro el plan (de los republicanos). Tengo todos los documentos, las cartas de Turreau… Me robaron quince días antes de mantener (la tesis) en la Sorbona. Chaunu (historiador de renombre ante el que leerá la tesis junto a otros historiadores) me asegura que he levantado un asunto muy serio. Me invita a ser prudente. Por la mañana recibo una llamada telefónica, según dicen, del rectorado. Quieren que nos encontremos en un café de Rennes. Un hombre me asegura que conoce mi tesis, que no la puedo mantener la víspera del Bicentenario (de la revolución), lo han planeado todo. “Le damos 500.000 francos y un puesto en la Universidad si no la lee. Si lo rechaza, enmierdaremos toda su vida”. Todo esto ocurre en 1986 en un país tan “democrático” y defensor de la libertad de expresión como Francia. Amenazan a un investigador por demostrar las barbaridades cometidas por los revolucionarios doscientos años antes.
Aunque han pretendido que la masacre fue realizada por algunos malvados, Secher, documentos en mano, demuestra que fue planificada y realizada por el Comité de Salud Pública que dio órdenes precisas a los ejecutores. Robespierre, Carnot y otros dirigentes revolucionarios firmaron las órdenes del asesinato en masa, la destrucción de las casas, de las ciudades. Fue una decisión colectiva. Y las órdenes eran claras: “Exterminad”, ¡Exterminad a los bandidos” (así denominaban a lo vendeanos), “Exterminad la raza impura de los vendeanos que amenazan la República”. “Se trata de exterminar a todos los habitantes y de arrasar sus bienes. Incluso aclaran que es necesario exterminar preferentemente a las mujeres, "surcos reproductores", y a los niños, "futuros bandoleros" señala Secher en una entrevista a Gaudiumpress.
Secher considera que en la Vendée lo que se produjo fue un genocidio. Esta afirmación no ha gustado de nada en distintos sectores; como los datos son incontestables, la crítica se dirige a la palabra genocidio. Lo que no soportan es esa palabra. Admiten lo que pasó (no les queda más remedio) pero tildan esas barbaridades de crímenes de guerra. A nosotros nos da igual como lo llamen. Lo importante es que fueron arrasadas poblaciones enteras y asesinadas casi 120.000 persona de la forma más salvaje y que doscientos años después el historiador que investiga la barbarie es amenazado gravemente para que no la saque a la luz.
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