La Madre María de la Concepción de San Jaime y Santa Teresa
Carmelita Descalza de Palma de Mallorca
(1905-1999)
Una Nueva Luz para la Iglesia
¡DE ALTA CUNA A HUMILDE CAMA Y HOGAR!
¡DE ALTA CUNA A HUMILDE CAMA Y HOGAR!
Su Santidad Benedicto XVI, en el mes de mayo de 2006, recordaba a los Superiores Mayores de las órdenes y congregaciones religiosas que “la vida consagrada experimenta hoy la insidia de la mediocridad, del aburguesamiento y de la mentalidad consumista”. Y añadía:
“Pertenecer totalmente a Cristo quiere decir arder con su amor incandescente, quedar transformados por el esplendor de su belleza”
La Madre María de la Concepción de San Jaime y Santa Teresa, que vivió setenta años en el Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Palma de Mallorca (1928- 1999), me parece un modelo acabado de esta orientación del Papa para nuestro tiempo, un estímulo para todos, una nueva luz para los religiosos y para la Iglesia, en el octavo aniversario de su muerte.
He aquí una prueba, más allá que de una vida virtuosa, de la vivencia del amor de Cristo y el amor a Cristo, y con él al prójimo.
Su programa monacal ha sido hacer siempre su voluntad, pues no era otra que hacer siempre la de Dios, y su método el vivir guardando la regla y constituciones del Carmelo, con esfuerzo progresivo, “sin mitigación hasta la muerte”
SUS ZAPATILLAS
Es cierto que su vivencia carmelitana ha conmovido a no pocas personas, de dentro y fuera del claustro. Pero además, como Priora y Madre Maestra, su potestad de enseñar ha supuesto un constante compromiso para la comunidad, siendo genuina servidora del Evangelio y fiel garantía para las Carmelitas Descalzas.
En el octavo aniversario de muerte,
Madrid 1 de marzo de 2007.
FRANCISCO, CARD. ALVAREZ MÁRTINEZ
Arzobispo Emérito de Toledo
La Madre María de la Concepción de San Jaime y Santa Teresa (de Oleza Gual de Torrella) (1905-1999) vivió setenta años en el Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Palma.
A los 22 años se enamora radicalmente de Jesús. Por Él lo deja todo y entra en el Carmelo al año siguiente. Desde el primer momento se empeña en la santidad mediante la guarda de la Regla y Constituciones, con un esfuerzo constante y creciente siempre fiel a la palabra dada.
Al final de su vida afirma: "En el Carmelo he sido inmensamente feliz". Entrega su alma a Dios a los 93 años de edad, el día 7 de Febrero de 1999. Algunas señales y favores acompañaron su muerte.
A los 22 años se enamora radicalmente de Jesús. Por Él lo deja todo y entra en el Carmelo al año siguiente. Desde el primer momento se empeña en la santidad mediante la guarda de la Regla y Constituciones, con un esfuerzo constante y creciente siempre fiel a la palabra dada.
Al final de su vida afirma: "En el Carmelo he sido inmensamente feliz". Entrega su alma a Dios a los 93 años de edad, el día 7 de Febrero de 1999. Algunas señales y favores acompañaron su muerte.
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